Fue en febrero de 2015, después de vacaciones. Jugar y reír como niño ya no era panorama para Juanpi. Se sentía decaído y con color de piel amarillento. Un hemograma nos hizo pasar de nuestra vida normal a un diagnóstico devastador, Juanpi tenía leucemia. A días de verlo feliz lo miraba en esa camilla en UPC sin entender nada. Los exámenes continuaron hasta que un mielograma e intratecal, indicaron que el tratamiento que debía seguir mi pequeño de dos años y medio de edad era de quimioterapias distribuidas en protocolos, unos más intensos que otros hasta completar 5 años. Inmediatamente le instalaron un catéter para pasar la quimioterapia por vía endovenosa, fue así como cambié mi oficina por una habitación de hospital donde empezó a transcurrir nuestra nueva vida.

Fueron muchas hospitalizaciones por fiebre y otras enfermedades, entre ellas una trombosis, las que se sumaron al diagnóstico inicial. Esto, porque sus defensas estaban muy bajas.

Comencé una lucha no sólo contra el cáncer sino también por contar con un permiso remunerado  para cuidar a mi hijo gravemente enfermo. Con el corazón agobiado porque aún cuando sólo quería estar con él, el factor económico es fundamental en este tratamiento y para sus posibilidades de vivir.

Testimonio de Soledad Osorio A, Oncomamá de Juan Pablo Iturrieta Osorio, 2 años y 5 meses, Santiago, Leucemia Linfoblástica Aguda tipo B.